domingo, 30 de noviembre de 2014

Actividad y Conocimiento


E. V. Ilyenkov (1924-1979)

Este artículo de E. V. Ilyenkov (1924-1979) fue escrito en 1974. Aquí presento mi traducció al español de la versión en inglés realizada por Peter Moxhay y transcrita por Nate Chmolze, la cual fue publicada en 2002 en Marxist Internet Archive. La referencia al original en ruso es la siguiente: Ilyenkov, E. V. (1974). Deyatel'nost' i znaime. En E. V. Ilyenkov (1991) Filosofiya y kul'tura. Moscú: Politizdat. El trabajo de Ilyenkov es de suma importancia para todas y todos los interesados en desarrollar una pedagogía revolucionaria basada en el marxismo. En particular, nos resulta interesante sus interpretaciones sobre lo abstracto y lo concreto, y la relación entre actividad dirigida a un fin y su relación con el conocimiento. Ilyenkov tuvo mucha influencia sobre autores como Davydov en el desarrollo de la educación desarrollante.

La versión en inglés de este artículo se encuentra en: https://www.marxists.org/archive/ilyenkov/works/activity/index.htm

Julio Mosquera, Universidad Nacional Abierta


En pedagogía, hay un problema preocupante y (cuando usted piensa sobre éste) extraño que es usualmente descrito como el problemas de la “aplicación práctica del conocimiento a la vida”. Y es en efecto cierto que el graduado de la escuela (sea la secundaria o la universidad) se encuentra en el dilema de no conocer cómo “aplicar” el conocimiento a cualquier problema que surja fuera de las paredes de la escuela.

Esto pareciera indicar que las habilidades humanas deberían incluir la habilidad especial de alguna manera “correlacionar” el conocimiento con su objeto, es decir con la realidad como es dada en contemplación. Esto significa que debería haber un tipo especial de actividad de correlacionar el conocimiento y su objeto, donde “conocimiento” y “objeto” son pensados como dos “cosas” diferentes distintas de la persona misma. Una de estas cosas es el conocimiento tal como el contenido en fórmulas, instrucciones y proposiciones, y la otras cosas es el caos no estructurado de los fenómenos tal como son dados a la percepción. Si esto fuera así, entonces uno podría claramente tratar de formular reglas para hacer esa correlación, y también para enumerar y clasificar errores típicos de modo que pudiéramos advertir antes de tiempo cómo evitarlos. En la teoría instruccional, uno a menudo trata de resolver el problema de conocer “cómo aplicar el conocimiento a la vida” creando justo este tipo de sistema de reglas y advertencias. Pero el resultado es que el sistema de reglas y advertencias se hace tan incómodo que comienza a impedir en lugar de ayudar a las cosas, convirtiéndose en una fuente adicional de errores y fracasos.

En efecto, hay muchas razones para creer que el problema que estamos tratando de resolver surge solo porque el “conocimiento” ha sido dado a la persona en una forma inadecuada; o, para ponerlo más crudamente, no es conocimiento real, sino solo algún substituto.

Pero, después de todo, en este caso la misma frase acerca de las dificultades de “aplicar” conocimiento a un objeto suena bastante absurda. ¿Conocer un objeto—y “aplicar” este conocimiento—conocimiento del objeto—al objeto? A lo mejor, este debe ser solo una manera imprecisa, confusa de expresar alguna otra situación oculta.

Pero esta situación es bastante típica.

Y esta situación es solo posible bajo circunstancias particulares—cuando la persona ha dominado no el conocimiento de un objeto sino el conocimiento de alguna otra cosa en su lugar. Y esta “otra cosa” puede solo ser un sistema de frases acerca de un objeto, aprendidas independientemente de este último o en solo una conexión imaginaria, tenue, fácilmente quebrantable. Un sistema de palabras, términos, símbolos, signos y su combinación estable, tal como se forma y legitimiza en la vida cotidiana--”declaraciones” y “sistemas de declaraciones”. Lenguaje. En particular, el “lenguaje de la ciencia” con su suministro de palabras y su organización sintáctica y “estructura”. En otras palabras, el objeto, tal como es representado en el lenguaje disponible—como un objeto ya verbalizado.

Si, sí el “conocimiento” está siempre identificado con la conciencia organizada verbalmente, entonces el problema en efecto será como fue descrito arriba—como el problema especial de “correlacionar” conocimiento y objeto. Pero cuando la pregunta es propuesta de esa manera, el problema real de la “aplicación” del conocimiento al mundo real es fácilmente reemplazado por el problema de la “correcta” verbalización de material no verbalizado. El “objeto” verbal entonces se convierte en un sinónimo para el caos “datos sensoriales” totalmente desorganizados—en un sinónimo solo para lo que no conozco acerca del objeto.

En general, obtenemos el conocido programa del neopositivismo con su esperanzas utópicas de erigir un sistema de “reglas” que proporciona procedimientos para ir del lenguaje a los hechos que quedan fuera del lenguaje, y viceversa, donde no puede haber “contradicciones” dentro del lenguaje. Esto nos lleva al principal principio de la solución neopositivista—si usted ha verbalizado ciertos hechos conocidos pero ha sin embargo obtenido una contradicción dentro del lenguaje, entonces significa que usted ha verbalizado los hechos “incorrecatmente—no de acuerdo las reglas. Esto significa que usted a “roto” alguna “regla de verbalización”.

Usted ha cruzado la frontera dividiendo el mundo de lo verbalizado del mundo de lo no verbalizado, hacia algún lugar prohibido (“por las reglas”).

El programa neopositivista, con su “lógica” acompañante, es por tanto regresivo en su verdadera esencia. Reemplaza el problema real del conocimiento—como conocimiento (cognición) de un objeto que existe no solamente fuera del lenguaje sino también independiente de cualquier lenguaje organizado—por el problema de la formación verbal de un material no formado verbalmente. Aquí este último es pensado como el caos no formado de “datos sensoriales”, como el material pasivo del “conocimiento”, el cual puede ser formado verbalmente en una de dos maneras-- “correctamente” o “incorrectamente”. Pero aquí “correctamente” significa según las reglas del lenguaje disponible, es decir, de tal manera que éste es forzado a encajar sin contradicción dentro del lenguaje disponible, en el “marco” semántico , e el “conocimiento” disponible.
El problema real de la cognición del objeto ha sido por lo tanto torcido en un problema puramente lingüístico—el problema de primero asimilar el lenguaje disponible (“el lenguaje de la ciencia”) y entonces de asimilar “hechos” en las formas de este (disponible) lenguaje. Naturalmente, este problema se resuelve refinando el ingenio lingüístico de uno, permitiendo a cualquier “dato” ser expresado de manera tal que funcionen sin traba, sin contradicción, dentro del “marco de lenguaje” disponible, dentro del “conocimiento” disponible.

Esto es precisamente lo que Imre Lakatos tenía en mente cuando correctamente señaló que el programa neopositivista, de ser realizado, significaría la muerte de la ciencia—el conocimiento disponible quedaría “congelado” por siempre en la forma del lenguaje disponible de la ciencia. Y el objeto sería por siempre condenado al papel patético de un objeto de manipulaciones lingüísticas y no estaría presenta en el contenido del conocimiento de ninguna otra forma. No le sería permitido entrar—sería retenido en la puerta de entrada al “conocimiento” por los filtros de la “lógica” neopositivista.

Y por lo tanto, según esta lógica, tampoco está permitido conocer al objeto (como algo fuera e independiente de del lenguaje). Podemos conocer solamente “el lenguaje de una región objetiva particular”. Y la pregunta de cuáles “hechos” están incluidos en éste (es decir, que no lo contradicen), y los cuales etsán excluidos de éste (es decir, lo contradicen), depende de cual “lenguaje” es asumido.

Por lo tanto, la expresión “conocer un objeto”, según la lógica neopositivista es ilegítima, para una consciencia verbalmente formada ésta tiene el olor fétido del lenguaje “metafísico” o “transcendental”, es decir, de “otro palabreado” lenguaje. Aquí, “conocer” significa conocer un lenguaje, porque nada más le es dado a los humanos a conocer. Al punto que el “conocimiento” y el “objeto” han llegado a ser meramente dos términos que significan esencialmente la misma cosas—a saber, lenguaje—el problema de “aplicar” un de estos al otro se ha convertido en el problema de correlacionar (coordinar) varios aspectos—semántica con sintaxis, sintaxis con pragmática, pragmática con semántica y así sucesiva,ente y sucesivamente. Aquí, el objeto es siempre el objeto formado verbalmente. En la concepción neopositivista de las cosas, el objeto simplemente no existe de ninguna forma antes de “llegue a ser” como un signo verbal, antes estaba encarnada en el lenguaje.

Pareciera como si la solución real al problema de “correlacionar” el conocimiento con el objeto puede solo en consistir en prevenir y evitar, desde el mismo comienzo, la posibilidad real de qu eel problema pueda surgir, porque una vez que ha surgido éste es notoriamente irresoluble.

Esto significa organizar el proceso de asimilación de conocimiento como conocimiento del objeto, en el sentido más directo y preciso de esta palabra. En el sentido real que la filosofía neopositivista se esfuerza por no permitir utilizando insultos como “crudo” y “metafísico”--como un objeto que existe tercamente fuera de y completamente independiente de la consciencia (y del lenguaje). No como una “cosa” separada que podemos considerar y representar especialmente mientras ignoramos sus alrededores, pero precisamente como un sistema de cosas poseyendo sus propias, organización y conexiones, independientes del lenguaje, “extra-lenguaje”--como un todo concreto.
Esta es la única manera de superar el verbalismo—esa enfermedad crónica de la educación escolar que resulta en el notorio problema de “aplicar” el conocimiento a la vida, de “correlacionar” el conocimiento y el objeto, pero donde el conocimiento es solo una cubierta verbal, y donde en realidad no sabemos nada o casi nada acerca del “objeto” más allá de aquello que ha ya sido dicho acerca de éste—más allá de lo que ya ha sido expresado por una palabra o una declaración.

Solo la ingenuidad filosófica tradicional de los autores de libros sobre enseñanza puede posiblemente explicar porque amarran sus esperanzas en el llamado “principio de aprendizaje visual”. Este principio, el cual ha sido usado en las escuelas por casi un siglo, es en efecto no tan radical como parece. Cuando es aplicado con ineptitud lleva al resultado opuesto al que se buscaba, de manera tal que podemos evaluar así el efecto de la medicina. De otra manera—como pasa a menudo—la enfermada solo es ocultada hacia el interior, en lugar de ser curada de raíz.

La escuela con frecuencia no solo falla en cultivar esta capacidad una vez que ha surgido, sin que activamente la amortigua. Y esto lo hace precisamente usando el notorio “principio de aprendizaje visual”. No es difícil comprender cómo esto pasa.

El hecho es que, como el método es tomado como una panacea, como un “puente” entre el conocimiento adquirido verbalmente y el objeto, éste centra al pedagogo no en facilitar un encuentro real entre la persona (el estudiante) y el objeto, sino todo lo contrario—hacia la prevención dolorosa de cualquiera de tal encuentro, hacia la remoción del objeto de los procesos de instrucción.

El hecho es que, en lugar del objeto—en la comprensión seria, materialista de la palabra—a la persona nunca se le presenta el objeto que busca comparar y contrastar con la fórmulas que le han sido dadas verbalmente. Le es dado algo completamente diferente que es solo externamente similar a ese algo. ¿Qué exactamente? “Ejemplos visuales” escogidos artificial y previamente que ilustran (es decir confirman) lo correcto de las aseveraciones—las declaraciones formadas verbalmente que le han sido presentadas. En otras palabras, en lugar del objeto real, al estudiante se le presenta un fragmento seleccionado de la realidad objetiva que solo esta de acuerdo precisamente con su descripción verbal, es decir un equivalente gráfico de la abstracción dada.

Como resultado, el estudiante desarrolla una mentalidad particular cuya insidia es solo observada posteriormente. Desde el mero inicio, su atención es centrada en la búsqueda activa de solo aquellos fenómenos percibidos sensiblemente que precisamente están de acuerdo con su propia descripción—singularizando esas “propiedades” del objeto que han sido únicamente expresadas mediante fórmulas verbales, por un “sistema no contradictorio de declaraciones”. El estudiante desarrolla así una mentalidad para la cual la palabra (el lenguaje) se convierte no en un medio para dominar el mundo circundante, sino justo lo opuesto, el mundo circundante se convierte en un medio externo para aprender y practicar fórmulas verbales. Aquí, solo esto último llega a ser el objeto del aprendizaje que es dominado genuinamente.

Y esto es alcanzado precisamente por medio del “principio de visualidad”, presentándole sistemáticamente al estudiante solo tales cosas, caso y situaciones percibidas sensiblemente que precisamente están de acuerdo con su descripción verbal, es decir que no son otra cosa que una concepción abstracta materializada—es decir “objetos” preparados especialmente para que este de cuerdo con una instrucción,fórmula o “regla” dada verbalmente.

Cualquier “ayuda visual” (cualquier cosa real del mundo alrededor usado como “ayuda visual”) crea solo una ilusión de la concreción de conocimiento, de la concreción de la comprensión, y en el mejor de los casos le facilita a la persona aprender fórmulas, comprender fórmulas, es decir esquemas abstractos, por aquí la “ayuda visual” es justo un caso particular de la “verdad” encerrada en una fórmula o palabra. Así es precisamente como una deriva la noción de la autosuficiencia de los “esquemas”, inevitablemente acompañada por la idea que un “objeto” (o caso, o situación) individual percibido sensiblemente no es otra cosa sino “ejemplos” más o menos aleatorios, es decir “encarnaciones” más o menos aleatorias de una regla abstractamente general.

Es natural que no puede y no debe surgir relación polémica entre una “regla general” asimilada en forma verbal y un “ejemplo” especialmente seleccionado (o hecho) que la soporta. Cualquier desacuerdo, cualquier falta de correspondencia entre una y la otra puede tener solo una causa—una incorrección en la expresión verbal, un aincorección en le uso de palabras. Si las palabras han sido usadas correctamente, entonces la “regla general” y el “caso particular” encajan uno con el otro perfectamente. No hay diferencia entre ellos y el contenido—son unos y la misma fórmula, excepto que un caso es presentado “visualmente” y en el otro caso “no-visualmente”, es decir como el significado de ciertas palabras-signos.

Por su puesto, cuando tenemos tal relación artificial entre la fórmula general y el “caso particular”, el problema de correlacionarlos no requiere (y por lo tanto no desarrolla) la capacidad para la imaginación—la habilidad para construir una imagen de la masa de “impresiones” o sensaciones desorganizadas. Aquí, esta habilida es simplemente no necesaria, por que la imagen de la cosa es presentada confeccionada, y todo el problema ha sido reducido a meramente expresarlo en palabras. Después de todo, un “ayuda visual” no e sla cosa sino una imagen cofeccionada de la cosa—ha sido creada independientemente de la actividad del estudiante—por el artista que la preparó siguiendo estrictamente instrucciones verbales, o si no por el pedagogo que le dio la imagen en forma verbal. En ambos caso, como el “objeto”, como una realidad existente fuera de, previa a, y completamente independiente de la actividad de la cognición, al estudiante le es presentada una imagen que ha sido previamente organizada en palabras, y el estudiante solo tiene que hacer una cosa—hacer la traducción inversa de esta imagen a la forma verbal. El estudiante piensa que está describiendo un “objeto”. Pero en efecto solo está reproduciendo una forma verbal “alienada”--encarnada visualmente, la cual ha sido usada (pero no por él) para crear la imagen que le fue presentada. El estudiante entonces aprende solo cómo reproducir imágenes confeccionadas—imágenes que ya han recibido su ciudadanía en el mundo del lenguaje. Él no produce la imagen, porque nunca encuentra ningún objeto—ninguna “materia prima” para la imagen—que no ha sido ya procesada en palabras. Ésta ha sido ya hecha para él por el artista o el pedagogo.

Así, durante la clase el estudiante termina por tratar con imágenes (esquemas) de la realidad confeccionadas y las fórmulas verbales que las expresan, pero se encuentra con el objeto solo fuera de la lección, fuera de la escuela. Como un resultado, nunca encuentra un puente entre estas dos palabras muy disímiles—las dos esferas de la actividad de su vida—está perdido cuando finalmente encuentra cualquier realidad que no ha sido científicamente preparada para él. Termina siendo capaz de “aplicar fórmulas” exitosamente solo en una situación que es precisamente como la descrita en el texto escolar, esto es solo cuando la vida ha sido organizada “según la ciencia”. Esto es, cuando el objeto ya ha sido sistematizado por la actividad de otra persona, donde ya ha sido hecha según las “reglas”, donde la ciencia ya ha sido aplicada.
Donde, en otras palabras, estamos hablando acerca de la llamada “visualización” de formas o reglas dadas verbalmente. Aquí, es precisamente la formula que organiza la “imagen”, que dirige la actividad de construcción de la imagen o “representación visual” que remplaza a una instrucción verbal confeccionada—una imagen que se supone es la “esencia” de la materia, pero que podemos no obstante hacerlo con seguridad “sin ella”.

La persona cuya psique ha sido desarrollada de esta manera termina como un esclavo de “fórmulas” confeccionadas en el mismo acto de contemplación, el proceso de percepción diaria—incluso en el objeto, se ha acostumbrado a ver precisamente aquello que le ha sido dado en forma verbal—aquello que corresponde precisamente a palabras.

Por supuesto, todo esto no debe ser comprendido como un “rechazo del principio de aprendizaje visual”. En su lugar, este principio es bueno y útil—y precisamente como un principio que hace más fácil asimilar fórmulas abstractas. Pero es todo. Cuando comenzamos a soñar que puede ser usado para resolver un problemas diferente—el problema del desarrollo d ela habilidad para corelacionar fórmulas abstractas (dadas verbalmente)--entonces justo el resultado contrario es obtenido.

La persona que desarrolla un tipo de mentalidad donde, cuando mira a un objeto, ve (“representantes visuales”) solo lo que ya conoce acerca de éste y a través de las palabras de otro—por medio d elas palabras del texto escolar o del profesor. Y no un ápice más—no construye así una imagen del objeto, sino solo su “esquema” como dada en palabras. Si cualquier cosa es entonces “correlacionada”, es solamente una instrucción verbal (una palabra) que es correlacionada con si mismas—con su propia expresión semiótica—y no con cualquier otra cosa. El objeto—en el serio, significado materialista de esta palabra—permanece completamente “transcendental”.

El principio del “aprendizaje visual” es por tanto impotente en la batalla contra el verbalismo. Solo lo disfraza, y por tanto lo subsume.
Pero, después de todo, la filosofía materialista, seria, ha por mucho tiempo sugerido que la enseñanza adopte otro, principio guía más radical. Este es la organización de una forma especial de actividad que realmente requiera—y por tanto desarrolle—las habilidades especiales que son más fundamentales para la pique humana que el discurso (lenguaje) o mecanismos de discurso que conectan la mundo con la imagen.

La actividad de “aprendizaje” tradicional no es claramente de este tipo—reduce el proceso de asimilación de conocimiento terminado, información terminada y concepciones terminadas, este es es realizada como una actividad de la encarnación de imágenes confeccionadas en el lenguaje y—por el contrario—de la “visualización de concepciones formadas verbalmente.
Aquí, lo que se necesita es una actividad de diferente orden—una actividad orientada directamente al objeto. Una actividad que cambie al objeto, en lugar de a una imagen de éste. Pues solo en en el curso de esta actividad la imagen surge primero, esto es como una representación visual del objeto, en lugar de com un “esquema” dado a priori por una instrucción verbal o “regla”.

La diferencia aquí es fundamental, y fue claramente señalada ya en Kant en su distinción entre una “imagen” y un “esquema”, o “esquematismo”, como formaciones psiquicas que son fundamentalmente diferentes en origen, sin “raíz común”. Debido a esto, el problema permaneció sin resolverse de parte de Kant. La forma realmente fundamental (universal) de la actividad humana permaneció fuera de los límites de su psicología: la actividad dirigida por un objeto, fuera de la conciencia e independiente de la conciencia, logrando el trabajo de las manos y no tratando con una imagen, sino con la cosa en su más directo, “crudo” significado, en un sentido “crudamente material”--la actividad que directamente domina el objeto. La actividad a la cual la escuela ha dedicado muy poco tiempo y atención, aunque es precisamente en el curso de esta (y solo en esta) que la actividad de uno desarrolla los “esquemas” o “esquematismo” sobre los cuales Kant confirió los temibles nombres de “transcendental” y “a priori”.

El pensamiento real se forma precisamente cuando—y solo cuando—el trabajo del lenguaje está indisociablemente unido al trabajo de las manos—los órganos de la actividad dirigida a un objeto. No las manos dibujando letras, palabras y “proposiciones” en el papel, sino las manos haciendo cosas, esto es cambiando la materia obstinada, intractable y caprichosa. Solo así puede uno observar su naturaleza objetiva—independiente de las palabras y de “imágenes” ya hechas—su carácter objetivo o “testarudo”. Solo así el objeto se revela a si mismo como la cosa en si misma, nos obliga más a contar con éste con con las palabras o con “esquemas” que “visualizan” esas palabras. Está claro que esta es la única manera en que uno puede esperar superar el verbalismo y evitar el problema de “la aplicación del conocimiento a la vida”--un problema que la enseñanza en la escuela misma ha creado.

sábado, 17 de mayo de 2014

PREFACIO Y EPILOGO A INVESTIGACIONES RURALES



Mao Tse-tung

De las
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1972
Tomo III, pgs. 7-12.
Digitalizado y preparado para el internet: Por el Movimiento Popular Perú de Alemania, 1993.
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2001.
    PREFACIO Y EPILOGO A INVESTIGACIONES RURALES
    Marzo y abril de 1941
    PREFACIO
    17 de marzo de 1941
    La actual política del Partido para el campo no es ya, como durante los diez años de la guerra civil, la política de revolución agraria, sino la de frente único nacional antijaponés. Todo el Partido debe llevar a efecto las instrucciones del Comité Central de 7 de julio y de 25 de diciembre de 1940 [1], así como las que salgan del VII Congreso Nacional, próximo a celebrarse. Publicamos los presentes materiales con el fin de ayudar a los camaradas a encontrar un método de estudio de los problemas. El estilo de trabajo de muchos camaradas nuestros sigue siendo tratar las cosas superficialmente, sin procurar comprenderlas a fondo; incluso ignoran totalmente las condiciones en la base, y, sin embargo, desempeñan un trabajo de dirección. Este es un fenómeno peligroso en extremo. Sin un conocimiento verdaderamente concreto de las condiciones reales de las diversas clases en la sociedad china, no puede haber una dirección verdaderamente buena.
    El único medio para conocer una situación es hacer una investigación social, una investigación sobre la situación viva de las diversas clases sociales. Para quienes desempeñan el trabajo de dirección, el medio fundamental para conocer la situación es elegir, de acuerdo con un plan, algunas ciudades y aldeas y concentrarse allí en una serie de minuciosas investigaciones utilizando el punto de vista fundamental del marxismo: el método del análisis de clases. Sólo así podemos adquirir los conocimientos básicos sobre los problemas sociales de China.
    Para hacer esto, es necesario, en primer lugar, mirar hacia abajo y no hacia el cielo. A menos que uno tenga el interés y la decisión de mirar hacia abajo, no logrará entender realmente las cosas de China en toda su vida.
    En segundo lugar, hay que convocar reuniones de investigación. De ninguna manera se puede adquirir un conocimiento completo mirando aquí y allá y escuchando rumores callejeros. De los materiales que recogí a través de reuniones de investigación, los concernientes a Junán y a las montañas Chingkang se han perdido. Los principales materiales que se publican aquí son "Investigación en el distrito de Singkuo", "Investigación en el cantón de Changkang" e "Investigación en el cantón de Tsaisi". Realizar reuniones de investigación es el método más simple, fácil y seguro, y con él he obtenido mucho provecho; se trata de una escuela mejor que cualquier universidad. A estas reuniones hay que invitar a cuadros realmente experimentados de los niveles medio e inferior, o a gente sencilla. Durante mis investigaciones en cinco distritos de la provincia de Junán y dos de las montañas Chingkang, conversé con cuadros responsables del nivel medio de estos distritos; durante la investigación en el distrito de Sünwu conversé con algunos cuadros medios e inferiores, un siutsai [2] pobre, un antiguo presidente arruinado de la cámara de comercio y un funcionario subalterno que había perdido su empleo en la recaudación de impuestos del distrito. 'Todos ellos me proporcionaron una gran cantidad de información que hasta entonces ignoraba. La persona que por primera vez me dio un cuadro completo de la corrupción en las prisiones chinas fue un simple carcelero, a quien conocí al hacer mi investigación en el distrito de jengshan, Junán. Durante mis investigaciones en el distrito de Singkuo y los cantones de Changkang y Tsaisi, conversé con camaradas que trabajaban en el nivel de cantón y con campesinos corrientes. Todas estas gentes -- los cuadros, los campesinos, el siutsai, el carcelero, el comerciante y el recaudador de impuestos -- fueron mis estimados maestros; siendo su alumno, me comporté, como es debido, con respeto y dedicación, y los traté con camaradería; de otro modo, no me habrían hecho caso, no me habrían dicho nada de lo que sabían o no me lo habrían dicho todo. Una reunión de investigación no necesita ser muy numerosa; basta con la presencia de tres a cinco, o siete u ocho personas. Es necesario destinar suficiente tiempo, tener preparado un cuestionario y, además, hacer personalmente las preguntas, anotar las respuestas y discutir con los asistentes. Esto quiere decir que sin un gran entusiasmo, sin la decisión de mirar hacia abajo, sin la sed de conocer, sin la disposición a despojarse de toda apestosa presunción y ser de buen grado un modesto alumno, será imposible hacer una investigación o hacerla bien. Hay que comprender que las masas son los verdaderos héroes, en tanto que nosotros somos a menudo pueriles y ridículos; sin comprender esto, no podremos adquirir ni los conocimientos más elementales.
    Repito que el objetivo principal de la publicación de estos materiales de referencia es mostrar un método para conocer las condiciones en la base, y no exigir a nuestros camaradas que memoricen los datos concretos y las conclusiones que se desprenden de ellos. Hablando en general, la burguesía china, que se halla en su infancia, no ha podido ni podrá jamás proporcionarnos datos relativamente completos, ni aun elementales, sobre la situación de la sociedad, como lo ha hecho la burguesía de Europa, Norteamérica o el Japón; por consiguiente, tenemos que recogerlos nosotros mismos. Hablando específicamente, quienes se dedican al trabajo práctico deben mantenerse siempre al tanto de las condiciones cambiantes, y en este aspecto el Partido Comunista de ningún país puede depender del esfuerzo ajeno. Por lo tanto, toda persona que se encargue de un trabajo práctico debe investigar las condiciones en la base. Semejante investigación se hace especialmente necesaria para quienes tienen sólo conocimientos teóricos y no se hallan al corriente de las condiciones reales; sin hacerla, no podrán vincular la teoría con la práctica. "Quien no ha investigado no tiene derecho a opinar." Aunque esta afirmación ha sido ridiculizada como "empirismo estrecho", hasta la fecha no me arrepiento de haberla hecho; al contrario, sigo insistiendo en que sin haber investigado nadie puede tener derecho a opinar. Hay muchos que, "apenas descienden de su carroza", comienzan a vociferar, a lanzar opiniones criticando esto y censurando aquello; pero, en los hechos, de cada diez personas así, diez fracasan, porque sus comentarios o críticas, que no están fundamentados en una investigación minuciosa, no son más que charlatanería. Innumerables son los daños que han causado a nuestro Partido semejantes "enviados imperiales", a los que encontramos aquí y allá, casi en todas partes. Con razón dice Stalin que "la teoría deja de tener objeto cuando no se halla vinculada a la práctica revolucionaria". Y con razón agrega que "la práctica es ciega si la teoría revolucionaria no alumbra su camino" [3]. Sólo se puede acusar de "empirismo estrecho" a los "prácticos", que andan a tientas y carecen de perspectiva y previsión.
  • Aún hoy, siento vivamente la necesidad de estudiar minuciosamente las cosas de China y del mundo. Esto tiene que ver con la insuficiencia de mis conocimientos al respecto; no es que yo lo sepa todo y los demás sean ignorantes. Aprender de las masas y continuar siendo un modesto alumno suyo, junto con todos los camaradas del Partido: tal es mi deseo.
    EPILOGO
    19 de abril de 1941
    La experiencia de los diez años de la guerra civil es la mejor y más inmediata referencia para el actual período, el de la Guerra de Resistencia. Sin embargo, esto no se refiere a la línea táctica, sino a cómo hemos de vincularnos con las masas y movilizarlas en la lucha contra el enemigo. La actual línea táctica del Partido presenta una diferencia de principio con la que seguirnos en el pasado. Antes, combatíamos a los terratenientes y a los burgueses contrarrevolucionarios; ahora, nos unimos con todos aquellos terratenientes y burgueses que no se opongan a la Resistencia. Incluso en la última etapa de la guerra civil, fue incorrecto no haber adoptado una política diferenciada respecto al gobierno y el partido reaccionarios que realizaban ataques armados contra nosotros, por una parte, y a las diversas capas sociales de carácter capitalista bajo nuestro régimen, por la otra, y no haberlo hecho tampoco respecto a los distintos grupos dentro del gobierno y el partido reaccionarios. En aquella época, se seguía hacia todos los sectores de la sociedad, excepto el campesinado y la capa inferior de la pequeña burguesía urbana, la política de "mera lucha" indudablemente errónea. En cuanto al problema agrario, también fue erróneo repudiar la justa política aplicada en las primeras dos etapas de la guerra civil [4], que consistía en asignar a los terratenientes lotes de tierra iguales que a los campesinos, de suerte que pudieran dedicarse a cultivar la tierra y no se convirtieran en vagabundos o se echasen al monte corno bandidos, perturbadores del orden social. Actualmente, la política del Partido tiene que ser distinta; no es ni de "mera lucha sin alianza", ni de "mera alianza sin lucha" (como el chentusiuísmo, en 1927), sino de aliarse con todas las capas sociales en cuestión que se oponen al imperialismo japonés, formando con ellas un frente único, y sostener a la vez distintas formas de lucha contra ellas, de acuerdo con los diferentes grados de su vacilación y de su posición reaccionaria, que se manifiestan en su tendencia a capitular ante el enemigo y en su oposición al Partido Comunista y al pueblo. Nuestra política actual es una doble política que combina la alianza y la lucha. En el terreno laboral, esta política consiste en mejorar adecuadamente las condiciones de vida de los obreros y, al mismo tiempo, no obstaculizar el desarrollo apropiado de la economía capitalista. En el problema agrario, consiste en exigir a los terratenientes la reducción de los arriendos y los intereses y, al mismo tiempo, estipular el pago por los campesinos de esos arriendos e intereses reducidos. En lo que se refiere a los derechos políticos, consiste en garantizar a todos los terratenientes y capitalistas que se opongan al Japón los mismos derechos de la persona, políticos y de propiedad que a los obreros y campesinos, y, al mismo tiempo, prevenirse contra toda posible actividad contrarrevolucionaria de su parte. Hay que desarrollar la economía estatal y la economía cooperativa; sin embargo, en la actualidad, en las bases de apoyo rurales, el sector económico principal no es el estatal, sino el privado, y hay que ofrecer al sector capitalista no monopolista la oportunidad de desarrollarse, en interés de la lucha contra el imperialismo japonés y contra el sistema semifeudal. Esta es la política más revolucionaria para la China actual, y sería indudablemente un error oponerse a ella u obstaculizar su ejecución. Preservar seria y resueltamente la pureza de la ideología comunista en los militantes del Partido y, al mismo tiempo, proteger la parte útil del sector capitalista en la economía de la sociedad y permitirle un desarrollo adecuado, son para nosotros dos tareas indispensables en el período de la Guerra de Resistencia y de la construcción de una república democrática. En este período, es posible que algunos comunistas se dejen corromper por la burguesía y que surjan ideas capitalistas entre nuestros militantes; debemos luchar contra estas ideas corruptoras en el seno del Partido, pero no debemos cometer el error de trasladar esa lucha al terreno de la economía de la sociedad y combatir al sector capitalista. Tenemos que trazar una clara línea de demarcación entre ambas cosas. El Partido Comunista de China trabaja en condiciones complejas, y todos sus miembros, especialmente los cuadros, deben templarse para ser combatientes que conozcan bien la táctica marxista; examinar los problemas de manera unilateral y simplista nunca podrá conducir la revolución a la victoria.
    NOTAS
    [1]Las instrucciones del 7 de julio corresponden a la "Resolución del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la situación actual y la política del Partido". Las del 25 de diciembre corresponden al artículo "A propósito de nuestra política", Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. II.
    [2]Persona que había aprobado el examen distrital, primer grado del antiguo sistema de exámenes imperiales.
    [3]J. V. Stalin: "Los fundamentos del leninismo", III.
    [4]La primera etapa de los diez años de la guerra civil va desde finales de 1927 hasta fines de 1928, y es conocida generalmente como etapa de las montañas Chingkang; la segunda, desde comienzos de 1929 hasta el otoño de 1931, es decir, desde el establecimiento de la Base Roja Central hasta el victorioso fin de la lucha contra la tercera campaña de "cerco y aniquilamiento"; la última, desde fines de 1931 hasta finales de 1934, o sea, desde el victorioso término de esa lucha hasta la reunión ampliada del Buró Político del Comité Central del Partido celebrada en enero de 1935, en Tsunyi, provincia de Kuichou. Dicha reunión puso fin a la línea oportunista de "izquierda” que había predominado en el Partido de 1931 a 1934, e hizo tornar al Partido a la línea correcta.

martes, 11 de marzo de 2014

Cultura y socialismo


Leon Trotsky (Publicado en 1926-27)

Empecemos recordando que cultura significó originalmente campo arado y cultivado, en oposición a la floresta o al suelo virgen. La cultura se oponía a la Naturaleza, es decir, lo que el hombre había conseguido con sus esfuerzos se contrastaba con lo que había recibido de la Naturaleza. Esta antítesis fundamental conserva su valor hoy día.

Cultura es todo lo que ha sido creado, construido, aprendido, conquistado por el hombre en el curso de su Historia, a diferencia de lo que ha recibido de la Naturaleza, incluyendo la propia historia natural del hombre como especie animal. La ciencia que estudia al hombre como producto de la evolución animal se llama antropología. Pero desde el momento en que el hombre se separó del reino animal -y esto sucedió cuando fue capaz de utilizar los primeros instrumentos de piedra y madera y con ellos armó los órganos de su cuerpo-, comenzó a crear y acumular cultura, esto es, todo tipo de conocimientos y habilidades para luchar con la Naturaleza y subyugarla.

Cuando hablamos de la cultura acumulada por las generaciones pasadas pensamos fundamentalmente en sus logros materiales, en la forma de los instrumentos, en la maquinaria, en los edificios, en los monumentos... ¿Es esto cultura? Desde luego son las formas materiales en las que se ha ido depositando la cultura -cultura material-. Ella es la que crea, sobre las bases proporcionadas por la Naturaleza, el marco fundamental de nuestras vidas, nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo creativo. Pero la parte más preciosa de la cultura es la que se deposita en la propia conciencia humana, los métodos, costumbres, habilidades adquiridas y desarrolladas a partir de la cultura material preexistente y que, a la vez que son resultado suyo, la enriquecen. Por tanto, consideraremos como firmemente demostrado que la cultura es un producto de la lucha del hombre por la supervivencia, por la mejora de sus condiciones de vida, por el aumento de poder. Pero de estas bases también han surgido las clases. A través de su proceso de adaptación a la Naturaleza, en conflicto con las fuerzas exteriores hostiles, la sociedad humana se ha conformado como una compleja organización clasista. La estructura de clase de la sociedad ha determinado en alto grado el contenido y la forma de la historia humana, es decir, las relaciones materiales y sus reflejos ideológicos. Esto significa que la cultura histórica ha poseído un carácter de clase.

La sociedad esclavista, la feudal, la burguesa, todas han engendrado su cultura correspondiente, diferente en sus distintas etapas y con multitud de formas de transición. La sociedad histórica ha sido una organización para la explotación del hombre por el hombre. La cultura ha servido a la organización de clase de la sociedad. La sociedad de explotadores ha creado una cultura a su imagen y semejanza. ¿Pero debemos estar por esto en contra de toda la cultura del pasado?

Aquí existe, de hecho, una profunda contradicción. Todo lo que ha sido conquistado, creado, construido por los esfuerzos del hombre y que sirve para reforzar el poder del hombre, es cultura. Sin embargo, dado que no se trata del hombre individual, sino del hombre social, dado que en su esencia la cultura es un fenómeno sociohistórico y que la sociedad histórica ha sido y continúa siendo una sociedad de clases, la cultura se convierte en el principal instrumento de la opresión de clase. Marx dijo: “Las ideas dominantes de una época son esencialmente las ideas de su clase dominante.” Esto también se aplica a toda la cultura en su conjunto. Y, no obstante, nosotros decimos a la clase obrera: asimila toda la cultura del pasado, de otra forma no construirás el socialismo. ¿Cómo se explica esto?

Sobre esta contradicción mucha gente ha dado un traspiés, y si los tropezones son tan frecuentes es porque se enfoca la concepción de la sociedad de clases de una forma superficial, semiidealista, olvidando que lo fundamental de ella es la organización de la producción. Cada sociedad de clases se ha constituido sobre determinados métodos de lucha contra la Naturaleza, v estos métodos se han ido modificando siguiendo el desarrollo de la técnica. ¿Qué es lo primero, la organización clasista de una sociedad o sus fuerzas productivas? Sin duda, sus fuerzas productivas. Sobre ellas es sobre lo que, dependiendo de su desarrollo, se modelan y remodelan las sociedades. En las fuerzas productivas se expresa de forma material la habilidad económica de la Humanidad, su habilidad histórica, para asegurarse la existencia. Sobre estos cimientos dinámicos se levantan las clases que, en su interrelación, determinan el carácter de la cultura.

Y ahora, antes que nada, nos tenemos que preguntar con respecto a la técnica: ¿es únicamente un instrumento de la opresión de clase? Basta exponer tal problema para que se conteste inmediatamente: No; la técnica es la principal conquista de la Humanidad; aunque hasta el momento haya servido como instrumento de explotación, al mismo tiempo es la condición fundamental para la emancipación de los explotados. La máquina estrangula al esclavo asalariado dentro de su puño; pero el esclavo sólo puede liberarse a través de la máquina. Aquí está la raíz del problema.

Si no olvidamos que la fuerza impulsara del proceso histórico es el desarrollo de las fuerzas productivas, liberando al hombre de la dominación de la Naturaleza, entonces encontramos que el proletariado necesita conocer la totalidad de los conocimientos y técnicas creadas por la Humanidad en el curso de su historia, para elevarse y reconstruir la vida sobre los principios de la solidaridad.

“¿Impulsa la cultura a la técnica, o es la técnica la que impulsa a la cultura?” Plantea una de las preguntas que tengo ante mí por escrito. Es erróneo plantear la cuestión de tal forma. La técnica no puede ser enfrentada a la cultura, ya que constituye su principal instrumento. Sin técnica no existe cultura. El desarrollo de la técnica impulsa la cultura. Y la ciencia o la cultura general levantadas sobre la base de la técnica, constituyen, a su vez, una potente ayuda para el desarrollo posterior de la técnica. Nos encontramos ante una interacción dialéctica.

Camaradas, si queréis un ejemplo sencillo, pero expresivo de las contradicciones contenidas en la propia técnica, no encontraréis otro mejor que el de los ferrocarriles. Si veis los trenes de pasajeros de Europa occidental, apreciaréis que tienen coches de diferentes “Clases”. Estas clases nos traen a la memoria las clases de la sociedad capitalista. Los coches de primera son para los privilegiados círculos superiores; los de segunda clase, para la burguesía media; los de tercera, para la pequeña burguesía, y los de cuarta, para el proletariado, que antiguamente fue llamado, con muy buena razón, el Cuarto Estado. En sí mismos, los ferrocarriles suponen una conquista técnico-cultural colosal para la Humanidad y en un solo siglo han transformado la faz de la Tierra. Pero la estructura clasista de la sociedad también revierte en la de los medios de comunicación; y nuestros ferrocarriles soviéticos aún están muy lejos de la igualdad no sólo porque utilicen los coches heredados del pasado, sino también porque la N. E. P. prepara el camino para la igualdad, pero no la realiza.

Antes de la época del ferrocarril la civilización se desenvolvía junto a las costas de los mares y las riberas de los grandes ríos. El ferrocarril abrió continentes enteros a la cultura capitalista. Una de las principales causas, si no la principal, del atraso y la desolación del campo ruso es la carencia de ferrocarriles, carreteras y caminos vecinales. Así, las condiciones en que viven la mayoría de las aldeas son todavía precapitalistas. Tenemos que vencer lo que es nuestro mayor aliado y a la vez nuestro más grande adversario: nuestros grandes espacios. La economía socialista es una economía planificada. La planificación supone principalmente comunicación; y los medios de comunicación más importantes son las carreteras y los ferrocarriles. Toda nueva línea de ferrocarril es un camino hacia la cultura, y en nuestras condiciones también un camino hacia el socialismo. Además, al progresar la técnica de las comunicaciones y la prosperidad del país, el entorno social de nuestros ferrocarriles cambiará: desaparecerá la separación en distintas “clases”, todo el mundo podrá viajar en coches cómodos... y ello si en ese momento la gente todavía viaja en tren y no prefiere el aeroplano, cuando sea accesible a todos.

Tomemos otro ejemplo: los instrumentos del militarismo, los medios de exterminio. En este campo, la naturaleza clasista de la sociedad se expresa de un modo especialmente candente y repulsivo. Sin embargo, no existe sustancia destructiva (explosiva o venenosa), cuyo descubrimiento no haya sido en sí mismo una importante conquista científica y técnica. Las sustancias explosivas o las venenosas también se usan para fines creativos y han abierto nuevas posibilidades en el campo de la investigación.
El proletariado sólo puede tomar el poder quebrando la vieja maquinaria del Estado clasista. Nosotros hemos llevado a cabo esta tarea como nadie lo había hecho antes. Sin embargo, al construir la maquinaria del nuevo Estado hemos tenido que utilizar, en un grado bastante considerable, elementos del viejo. La futura reconstrucción socialista de la maquinaria estatal está estrechamente ligada a nuestras realizaciones políticas, económicas v culturales.

No debemos destrozar la técnica. El proletariado ha tomado posesión de las fábricas equipadas por la burguesía en el mismo estado en que las encontró la revolución. El viejo equipo todavía nos sirve. Este hecho nos muestra de manera gráfica y directa que no podemos renunciar a la “herencia”. Sin embargo, la vieja técnica, en el estado en que la hemos encontrado, es completamente inadecuada para el socialismo, al constituir una cristalización de la anarquía de la economía capitalista. La competencia entre diferentes empresas a la busca de ganancias, la desigualdad de desarrollo entre los distintos sectores de la economía, el atraso de ciertos campos, la atomización de la agricultura, la apropiación de fuerza humana, todo ello encuentra en la técnica una expresión de hierro y bronce. Pero mientras la maquinaria de la opresión de clase puede ser destrozada por un golpe revolucionario, la maquinaria productiva de la anarquía capitalista sólo puede ser reconstruida en forma gradual. El período de restauración en base al viejo equipo no ha hecho más que colocarnos ante el umbral de esta enorme tarea. Debemos completarla cueste lo que cueste.

La cultura espiritual es tan contradictoria como la material. Y si de los arsenales y de los almacenes de la cultura material tomamos y ponemos en circulación no arcos y flechas, ni instrumentos de piedra, o de la Edad de Bronce, sino las herramientas más desarrolladas y de técnica más moderna de que podemos disponer, en lo referente a la cultura espiritual debemos actuar de la misma forma.

El fundamental elemento de la cultura de la vieja sociedad era la religión. Poseyó una importancia suprema como forma de conocimiento y unidad humana; pero por encima de todo, en ella se reflejaba la debilidad del hombre frente a la Naturaleza y su impotencia dentro de la sociedad. Nosotros rechazamos totalmente la religión y todos sus sustitutos.

Con la filosofía resulta distinto. De la filosofía creada por la sociedad de clases debemos tomar dos elementos inapreciables: el materialismo y la dialéctica. Gracias a la combinación orgánica de ambos, Marx creó su método y levantó su sistema. Y éste es el método que sustenta al leninismo.

Si pasamos a examinar la ciencia, en el estricto sentido del término, es obvio que nos encontramos ante una enorme reserva de conocimientos y técnicas acumuladas por la Humanidad a través de su larga existencia. Es verdad que se puede mostrar que en la ciencia, cuyo propósito es el conocimiento de la realidad, hay muchas adulteraciones tendenciosas de clase. Si hasta los ferrocarriles expresan la posición privilegiada de unos y la pobreza de otros, esto que aparece todavía más claro en la ciencia, cuyo material es en gran parte más flexible que el metal y la madera con los que están hechos los coches de tren. Pero tenemos que reconocer el hecho de que el trabajo científico se alimenta fundamentalmente de la necesidad de lograr el conocimiento de la Naturaleza. Aunque los intereses de clase han introducido y todavía introducen tendencias falsas hasta en las ciencias naturales, este proceso de falsificación está restringido a unos límites tras los cuales empezaría a impedir directamente el proceso tecnológico. Si examináis, las ciencias naturales de arriba abajo, desde la acumulación de hechos elementales hasta las generalizaciones más elevadas y complejas, cuanto más cercana a la materia y a los hechos permanece, más fidedignos son los resultados finales, y, por el contrario, cuanto más amplias son las generalizaciones y más se aproxima la ciencia natural a la filosofía, más sujetas están a la influencia de los intereses de clase.

Las cosas son más complicadas y difíciles al acercarnos a las ciencias sociales y a las llamadas “humanidades”. También en esta esfera, por supuesto, lo fundamental es conseguir el conocimiento de lo existente. Gracias a este hecho tenemos la brillante escuela de los economistas burgueses clásicos. Pero los intereses de clase, que actúan mucho más directamente y con mayor vigor en el campo de las ciencias sociales que en el de las ciencias naturales, pronto frenaron el desarrollo del pensamiento económico de la sociedad burguesa. Sin embargó, en este campo los comunistas estamos mejor equipados que en ningún otro. Los teóricos socialistas, despertados por la lucha obrera, han partido de la ciencia burguesa para después criticarla, y han creado a través de los trabajos de Marx y Engels el potente método del materialismo histórico y la espléndida aplicación de este método en El Capital. Esto no significa, desde luego, que estemos vacunados contra la influencia de las ideas burguesas en el campo de la economía y la sociología. En absoluto; a cada paso, las más vulgares tendencias del socialismo profesional y de la pequeña burguesía Narodniki, han puesto en circulación entre nosotros los viejos “tesoros” del conocimiento, aprovechando para colar su mercancía las deformadas y contradictorias relaciones de la época de transición. A pesar de todo, en esta esfera contamos con los criterios indispensables del marxismo verificadas y enriquecidas por las obras de Lenin. Y rebatiremos con más vigor a los economistas y a los sociólogos vulgares si no cerrarnos los ojos a la experiencia cotidiana y si consideramos el desarrollo mundial como una totalidad, sabiendo distinguir sus rasgos fundamentales bajo los que no son más que simples cambios coyunturales.

En general, en el campo del derecho, la moral o la ideología, la situación de la ciencia burguesa es todavía más lamentable que en el de la economía. Para encontrar una perla de conocimiento auténtico en estas esferas es necesario rebuscar en decenas de estercolemos profesionales.

La dialéctica y el materialismo son los elementos básicos del conocimiento marxista del mundo. Pero esto no significa que puedan ser aplicados a cualquier campo del conocimiento como si se tratara de una llave maestra. La dialéctica no puede ser impuesta a los hechos, sino que tiene que ser reducida de ellos, de su naturaleza y desarrollo. Solamente una concienzuda labor sobre una enorme masa de materiales posibilitó a Marx aplicar el sistema dialéctico a la economía, y extraer la concepción del valor como trabajo social. Marx construyó de la misma forma sus obras históricas, e incluso sus artículos periodísticos. El materialismo dialéctico únicamente puede ser aplicado a nuevas esferas del conocimiento si nos situamos dentro de ellas. Para superar la ciencia burguesa es preciso conocerla a fondo; y no llegaréis a ninguna parte con críticas superficiales mediante órdenes vacías. El aprender y el aplicar van codo a codo con el análisis crítico. Tenemos el método, pero el trabajo a realizar es suficiente para varias generaciones.

La crítica marxista en la ciencia debe ser vigilante y prudente, de otra forma podría degenerar en nueva charlatanería, en famusovismo. Tomad la psicología; incluso la reflexología de Pavlov está completamente dentro de los cauces del materialismo dialéctico; rompe definitivamente la barrera existente entre la fisiología y la psicología. El reflejo más simple es fisiológico, pero un sistema de reflejos es el que no da la “consciencia”. La acumulación de la cantidad fisiológica da una nueva cantidad “psicológica”. El método de la escuela de Pavlov es experimental y concienzudo. Poco a poco se va avanzando en las generalizaciones: desde la saliva de los perros a la poesía -a los mecanismos mentales de la poesía, no a su contenido social-, aun cuando los caminos que nos conducen a la poesía aún no hayan sido desvelados.

La escuela del psicoanalista vienés Freud procede de una manera distinta. Da por sentado que la fuerza impulsara de los procesos psíquicos más complejos y delicados es una necesidad fisiológica. En este sentido general es materialista, incluso la cuestión de si no da demasiada importancia a la problemática sexual en detrimento de otras, es ya una disputa dentro de las fronteras del materialismo. Pero el psicoanalista no se aproxima al problema de la conciencia de forma experimental, es decir, yendo del fenómeno más inferior al más elevado, desde el reflejo más sencillo al más complejo, sino que trata de superar todas estas fases intermedias de un salto, de arriba hacia abajo, del mito religioso al poema lírico o el sueño a los fundamentos psicológicos de la psique.

Los idealistas nos dicen que la psique es una entidad independiente, que el “alma” es un pozo sin fondo. Tanto Pavlov como Freud piensan que el fondo pertenecen a la fisiología. Pero Pavlov desciende al fondo del pozo, como un buzo, e investiga laboriosamente subiendo poco a poco a la superficie, mientras que Freud permanece junto al pozo y trata de captar, con mirada penetrante, la forma de los objetos que están en el fondo. El método de Pavlov es experimental; el de Freud está basado en conjeturas, a veces en conjeturas, a veces en conjeturas fantásticas. El intento de declarar al psicoanálisis “incompatible” con el marxismo y volver la espalda a Freud es demasiado simple, o más exactamente demasiado simplista. No se trata de que estemos obligados a adoptar su método, pero hay que reconocer que es una hipótesis de trabajo que puede producir y produce sin duda reducciones y conjeturas que se mantienen dentro de las líneas de la psicología materialista. Dentro de su propio método, el procedimiento experimental facilitaría las pruebas para estas conjeturas. Pero no tenemos ni motivo ni derecho para prohibir el otro método, ya que, aun considerándole menos digno de confianza, trata de anticipar la conclusión a la que el experimental se acerca muy lentamente [1].

Por medio de estos ejemplos quería mostrar, aunque sólo fuera parcialmente, tanto la complejidad de nuestra herencia científica como la complejidad de los caminos por los que el proletariado ha de avanzar para apropiarse de ella. Si no podemos resolver por decreto los problemas de la construcción económica y tenemos que “aprender a negociar”, así tampoco puede resolver nada en el campo científico la publicación de breves órdenes; con ellas sólo conseguiríamos daño y mantener la ignorancia. Lo que necesitamos en este campo es “aprender a aprender”.

El arte es una de las formas mediante las que el hombre se sitúa en el mundo; en este sentido el legado artístico no se distingue del científico o del técnico, y no es menos contradictorio que ellos. Sin embargo, el arte, a diferencia de la ciencia, es una forma de conocimiento del mundo, no un sistema de leyes, sino un conjunto de imágenes y, a la vez, una manera de crear ciertos sentimientos o actividades. El arte de los siglos pasados ha hecho al hombre más complejo y flexible, ha elevado su mentalidad a un grado superior y le ha enriquecido en todos los órdenes. Este enriquecimiento constituye una preciosa conquista cultural. El conocimiento del arte del pasado es, por tanto, una condición necesaria tanto para la creación de nuevas obras artísticas como para la construcción de una nueva sociedad, ya que lo que necesita el comunismo son personas de mente muy desarrollada. ¿Pero puede el arte del pasado enriquecernos con un conocimiento artístico del mundo? Puede precisamente porque es capaz de nutrir nuestros sentimientos y educarlos. Si repudiáramos el arte del pasado de modo infundado, nos empobreceremos espiritualmente.

Hoy en día se advierte una tendencia a defender la idea de que el único propósito del arte es la inspiración de ciertos estados de ánimo y de ninguna manera el conocimiento de la realidad. La conclusión que se extrae de ella es: ¿con qué clase de sentimientos no nos infectará el arte de la nobleza o de la burguesía? Esta concepción es radicalmente falsa. El significado del arte como medio de conocimiento -también para la masa popular, e incluso especialmente para ella- es muy superior a su significado “sentimental”. La vieja épica, la fábula, la canción, los relatos o la música popular proporcionan un tipo de conocimiento gráfico, iluminan el pasado, dan un valor general a la experiencia y sólo en conexión con ellos y gracias a esta conexión nos podemos “sintonizar”. Esto también se aplica a toda la literatura en general, no sólo a la poesía épica, sino también a la lírica. Se aplica a la pintura y a la escultura. La única excepción, a cierto nivel, es la música, ya que su efecto, aunque poderoso, resulta parcial. También la música, por supuesto, proporciona un determinado conocimiento de la naturaleza, de sus sonidos y ritmos; pero aquí el conocimiento yace tan soterrado, los resultados de la inspiración de la naturaleza son a tal grado refractados a través de los nervios de la persona, que la música aparece como una “revelación” autosuficiente. A menudo se han hecho intentos de aproximar al resto de las formas artísticas a la música, considerando a ésta como el arte más “infeccioso”, pero esto siempre ha significado una depreciación del papel de la inteligencia en el arte, a favor de una sentimentalidad informe, y en este arte estos intentos han sido y son reaccionarios... Desde luego, lo peor de todo son aquellas obras de “arte” que ni ofrecen conocimientos gráficos ni “infección” artística, sino pretensiones desorbitadas. En nuestro país se imprimen no pocas obras de arte de este tipo, y desafortunadamente no en los libros de texto de arte, sino en miles de copias...

La cultura es un fenómeno social. Precisamente por ello el lenguaje, como órgano de intercomunicación entre los hombres, es un instrumento más importante. La cultura del propio lenguaje es la condición más importante para el desarrollo de todas las ramas de la cultura, especialmente la ciencia y el arte. De la misma forma que la técnica no está satisfecha de los viejos aparatos de medición y crea otros nuevos, micrómetros, voltámetros..., tratando de obtener y obteniendo mayor precisión, así en material de lenguaje de capacidad para escoger las palabras adecuadas y combinarlas de la forma adecuada, se requiere un trabajo sistemático y tenaz para conseguir el mayor grado de precisión, claridad e intensidad. La base de este trabajo debe ser la lucha contra el analfabetismo, semianalfabetismo y el alfabetismo rudimentario. El próximo paso será la asimilación de la literatura clásica rusa.

Sí, la cultura fue el principal instrumento de la opresión de clase; pero también es, y sólo ella puede serlo, el instrumento de la emancipación socialista.

Nota:

miércoles, 26 de febrero de 2014

Tareas de las Juventudes Comunistas


V. I. Lenin

Discurso en la I Sesión del III Congreso de Juventudes Comunistas de Rusia

Moscú, 2 de octubre de 1920


(Lenin es recibido por una calurosa ovación del congreso.)

Camaradas: quisiera hablarles hoy de las tareas fundamentales de la Unión de Juventudes Comunistas y, con este motivo, de lo que deben ser las organizaciones de la juventud en una república socialista en general.

Este problema merece tanto más nuestra atención cuanto que, en cierto sentido, puede decirse que es precisamente a la juventud a quien incumbe la verdadera tarea de crear la sociedad comunista. Pues es evidente que la generación de militantes educada bajo el régimen capitalista puede, en el mejor de los casos, resolver la tarea de destruir los cimientos del viejo modo de vida del capitalismo, basado en la explotación. Lo más que podrá hacer será llevar a cabo las tareas de organizar un régimen social que ayude al proletariado y a las clases trabajadoras a conservar el Poder en sus manos y a crear una sólida base, sobre la que podrá edificar únicamente la generación que empieza a trabajar ya en condiciones nuevas, en una situación en la que no existen relaciones de explotación entre los hombres.

Pues bien, al abordar desde este punto de vista el problema de las tareas de la juventud, debo decir que las tareas de la juventud en general y de las Uniones de Juventudes Comunistas y otras organizaciones semejantes en particular, podrían definírse en una sola palabra: aprender.

Pero claro está que esto no es más que "una palabra", que no responde a los interrogantes principales, a los más importantes: ¿qué y cómo aprender? Y en este problema lo esencial es que, con la trasformación de la vieja sociedad capitalista, la enseñanza, la educación y la instrucción de las nuevas generaciones, destinadas a crear la sociedad comunista, no pueden seguir siendo lo que eran. Ahora bien, la enseñanza, la educación y la instrucción de la juventud deben partir de los materiales que nos ha legado la antigua sociedad. No podemos edificar el comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado de la vieja sociedad. Sólo trasformando radicalmente la enseñanza, la organización y la educación de la juventud, conseguiremos que el resultado de los esfuerzos de la joven generación sea la creación de una sociedad que no se parezca a la antigua, es decir, de la sociedad comunista. Por ello debemos examinar en detalle qué debemos enseñar a la juventud y cómo debe aprender ésta si quiere merecer realmente el nombre de juventud comunista, cómo hay que prepararla para que sepa terminar y coronar la obra que nosotros hemos comenzado.

Debo decir que la primera respuesta y la más natural parece ser que la Unión de Juventudes, y en general toda la juventud que quiera el advenimiento del comunismo, tiene que aprender el comunismo.

Pero esta respuesta, "'aprender el comunismo", es demasiado general. ¿Qué hay que hacer para aprender el comunismo? De entre la suma de conocimientos generales, ¿qué es lo que hay que escoger para adquirir la ciencia del comunismo? Aquí nos amenazan una serie de peligros, que surgen por doquier en cuanto se plantea mal la tarea de aprender el comunismo o cuando se entiende de una manera demasiado unilateral.

A primera vista, naturalmente, parece que aprender el comunismo es asimilar el conjunto de los conocimientos expuestos en los manuales, folletos y trabajos comunistas. Pero esta definición sería demasiado burda e insuficiente. Si el estudio del comunismo consistiera únicamente en saber lo que dicen los trabajos, libros y folletos comunistas, esto nos daría fácilmente exégetas o fanfarrones comunistas, lo que muchas veces nos causaría daño y perjuicio, porque estos hombres, después de haber leído mucho y aprendido lo que se expone en los libros y folletos comunistas, serían incapaces de coordinar todos estos conocimientos y de obrar como realmente exige el comunismo.

Uno de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la antigua sociedad capitalista, es un completo divorcio entre el libro y la vida práctica, pues teníamos libros en los que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la mayoría de los casos no eran sino una repugnante e hipócrita mentira, que nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista.

Por eso, sería una gran equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros. Nuestros discursos y artículos de ahora no son simple repetición de lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, porque no haría más que continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, que era el más nocivo rasgo de la vieja sociedad burguesa.

El peligro sería mucho mayor todavía, si quisiéramos aprender solamente las consignas comunistas. Si no comprendiéramos a tiempo la importancia de este peligro, si no hiciéramos toda clase de esfuerzos por evitarlo, la existencia de medio millón o de un millón de jóvenes de ambos sexos, que después de semejante estudio del comunismo se llamasen comunistas, causaría un gran perjuicio a la causa del comunismo.

Se nos plantea, pues, la cuestión de cómo debemos coordinar todo esto para aprender el comunismo. ¿Qué debemos tomar de la vieja escuela, de la vieja ciencia? La vieja escuela declaraba que quería crear hombres instruidos en todos los dominios y que enseñaba las ciencias en general. Ya sabemos que esto era pura mentira, puesto que toda la sociedad se basaba y cimentaba en la división de los hombres en clases, en explotadores y explotados. Como es natural, toda la vieja escuela, saturada de espíritu de dase, no daba conocimientos más que a los hijos de la burguesía. Cada una de sus palabras estaba adaptada a los intereses de la burguesia. En estas escuelas, más que educar a los jóvenes obreros y campesinos, los preparaban para mayor provecho de esa misma burguesía. Se los educaba con el fin de formar servidores útiles, capaces de aumentar los beneficios de la burguesía, sin turbar su ociosidad y sosiego. Por eso, al condenar la antigua escuela, nos hemos propuesto tomar de ella únicamente lo que nos es necesario para lograr una verdadera educación comunista.

Y ahora voy a tratar de las censuras, de los reproches que se dirigen por lo común a la escuela antigua y que conducen muchas veces a interpretaciones enteramente falsas. Se dice que la vieja escuela era una escuela libresca, una escuela de adiestramiento autoritario, una escuela de enseñanza memorista. Esto es cierto, pero hay que saber distinguir en la vieja escuela, lo malo de lo útil para nosotros, hay que saber escoger lo necesario para el comuismo.

La vieja escuela era libresca, obligaba a almacenar una masa de conocimientos inútiles, superfluos, muertos, que atiborraban la cabeza y trasformaban a la generación joven en un ejército de funcionarios cortados todos por el mismo patrón. Pero concluir de ello que se puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad, sería cometer un enorme error. Nos equivocaríamos si pensáramos que basta con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia comunista, sin haber asimilado la suma de conocimientos de los que es consecuencia el comunismo. El marxismo es un ejemplo de cómo el comunismo ha resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la humanidad.

Ya habrán ustedes leído y oído que la teoría comunista, la ciencia comunista, creada principalmente por Marx, que esta doctrina del marxismo ha dejado de ser obra de un solo socialista, genial del siglo XIX, para trasformarse en la doctrina de millones y decenas de millones de proletarios del mundo entero, que se inspiran en ella en su lucha contra el capitalismo. Y si preguntan ustedes por qué ha podido esta iloetrina de Marx conquistar millones y decenas de millones oc corazones en la clase más revolucionaria, se les dará una sola respuesta: porque Marx se apoyaba en la sólida base de los conocimientos humanos adquiridos bajo el capitalismo. Al estudiar las leyes del desarrollo de la sociedad humana, Marx comprendió el carácter inevitable del desarrollo del capitalismo, que conduce al comunismo, y - esto es lo esencial - lo demostró basándose exclusivamente en el estudio más exacto, detallado y profundo de dicha sociedad capitalista, asimilando plenamente todo lo que la ciencia había dado hasta entonces. Todo lo que había creado la sociedad humana, lo analizó Marx en un espíritu crítico, sin desdeñar un solo punto. Todo~ lo que había creado el pensamiento humano, lo analizó, lo sometió a la crítica, lo comprobó en el movimiento obrero; formuló luego las conclusiones que los hombres, encerrados en los límites estrechos del marco burgués o encadenados por los prejuicios burgueses, no podían extraer.

Esto hay que tenerlo en cuenta cuando hablamos, por ejemplo, de la cultura proletaria. Si no nos damos perfecta cuenta de que sólo se puede crear esta cultura proletaria conociendo exactamente la cultura que ha creado la humanidad en todo su desarrollo y trasformándola, si no nos damos cuenta de esto, jamás podremos resolver este problema. La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no brota del cerebro de los que se llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo así. La cultura proletaria tiene que ser desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas. Estos son los caminos y los senderos que han conducido y continúan conduciendo hacia la cultura proletaria, del mismo modo que la economía política, trasformada por Marx, nos ha mostrado adónde tiene que llegar la sociedad humana, nos ha indicado el paso a la lucha de clases, al comienzo de la revolución proletaria.

Cuando con frecuencia oímos, tanto a algunos jóvenes como a ciertos defensores de los nuevos métodos de enseñanza, atacar la vieja escuela diciendo que sólo hacía aprender de memoria los textos, les respondemos que, sin embargo, es preciso tomar de esta vieja escuela todo lo que tenía de bueno. No hay que imitarla sobrecargando la memoria de los jóvenes con un peso desmesurado de conocimientos, inútiles en sus nueve décimas partes y desvirtuados el resto; pero de aquí no se sigue en modo alguno que podamos contentarnos con conclusiones comunistas y limitarnos a aprender de memoria consignas comunistas. De este modo no llegaríamos jamás al comunismo. Para llegar a ser comunistas, hay que enriquecer indefectiblemente la memoria con los conocimientos de todas las riquezas creadas por la humanidad.

No queremos una enseñanza mecánica, pero necesitamos desarrollar y perfeccionar la memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, el comunista no sería más que un fanfarrón, si no comprendiese y asimilase todos los conocimientos adquiridos. No sólo deben ustedes asimilarlos, sino asimilarlos en forma crítica, con el fin de no amontonar en el cerebro un fárrago inútil, sino de enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin los cuales no es posible ser hombre culto en la época en que vivimos. El comunista que se vanagloriase de serlo, simplemente por haber recibido conclusiones ya establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, difícil y grande, sin analizar los hechos frente a los que está obligado a adoptar tina actitud crítica, sería un comunista lamentable. Nada podría ser tan funesto como una actitud tan superficial. Si sé que sé poco, me esforzaré por saber más, pero si un hombre dice que es comunista y que no tiene necesidad de conocimientos sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un comunista.

La vieja escuela forjaba los servidores necesarios para los capitalistas; de los hombres de ciencia hacía personas obligadas a escribir y hablar al gusto de los capitalistas. Eso quiere decir que debemos suprimirla. Pero si debemos suprimirla, destruirla, ¿quiere esto decir que no debemos tomar de ella todas las cosas necesarias que ha acumulado la humanidad? ¿Quiere decir que no debemos saber distinguir entre lo que necesitaba el capitalismo y lo que necesita el comunismo?

En lugar del adiestramiento impuesto por la sociedad burguesa contra la voluntad de la mayoría, nosotros colocamos la disciplina conciente de los obreros y campesinos, que, a su odio contra la vieja sociedad, unen la decisión, la capacidad y el deseo de unificar y organizar sus fuerzas para esta lucha, con el fin de crear, con millones y decenas de millones de voluntades aisladas, divididas, dispersas en la inmensa extensión de nuestro país, una voluntad única, porque sin ella seremos inevitablemente vencidos. Sin esta cohesión, sin esta disciplina conciente de los obreros y de los campesinos, nuestra causa es una causa perdida. Sin ellas seremos incapaces de derrotar a los capitalistas y terratenientes del mundo entero. No, sólo no llegaríamos a construir la nueva sociedad comunista, sino ni siquiera a asentar sólidamente sus cimientos. Así, a pesar de condenar la vieja escuela, a pesar de alimentar contra ella un odio absolutamente legítimo y necesario, a pesar de apreciar el deseo de destruirla, debemos comprender que hay que sustituir la antigua escuela libresca, la enseñanza memorista y el anterior adiestramiento autoritario, por el arte de asimilar toda la suma de los conocimientos humanos, y de asimilarlos de modo que el comunismo sea para ustedes, no algo aprendido de memoria, sino algo pensado por ustedes mismos, y cuyas conclusiones se impongan desde el punto de vista de la educación moderna.

Así es como hay que plantear las tareas fundamentales, cuando se habla de aprender el comunismo.

Para explicarles esto y a la vez aprender los problemas del método, tomaré un ejemplo práctico. Todos saben que ahora, inmediatamente después de los problemas militares, después de las tareas de la defensa de la República, surge ante nosotros el problema económico. Sabemos que es imposible edificar la sociedad comunista sin restaurar la industria y la agricultura, pero que no se trata de restablecerlas en su forma antigua. Hay que restaurarías conforme con la última palabra de la ciencia, sobre una base moderna. Ustedes saben que esta base es la electricidad; que sólo el día en que todo el país, todas las ramas de la industria y de la agricultura estén electrificadas, el día en que realicen esta tarea, sólo entonces, podrán edificar, para ustedes, la sociedad comunista que no podrá edificar la generación anterior. La tarea que les corresponde es restablecer la economía de todo el país, reorganizar y restaurar la agricultura y la industria sobre una base técnica moderna, fundada en la moderna ciencia y técnica, en la electricidad. Ya comprenderán que la electrificación no puede ser obra de ignorantes, y que en esto harán falta algo más que nociones rudimentarias. No basta con comprender lo que es la electricidad; hay que saber cómo aplicarla técnicamente a la industria y a la agricultura y a cada una de sus ramas. Todo esto tenemos que aprenderlo nosotros mismos, y hay que enseñárselo a toda la nueva generación trabajadora. Esto es lo que debe hacer todo comunista conciente, todo joven que se estime comunista y se dé clara cuenta de que, por el hecho de ingresar en la Unión de Juventudes Comunistas, se ha comprometido a ayudar a nuestro partido a construir el comunismo y a ayudar a toda la joven generación a crear la sociedad comunista. Debe comprender que esto sólo será posible sobre la base de la instrucción moderna, y que si no posee esta instrucción, el comunismo será un simple anhelo.

El papel de la generación precedente consistía tan sólo en derribar a la burguesía. Criticar a la burguesía, desarrollar en las masas el sentimiento de odio contra ella, desarrollar la conciencia de clase, saber agrupar sus fuerzas, eran entonces las tareas esenciales. La nueva generación tiene ante sí una tarea más compleja. El deber de ustedes no es sólo el de reunir sus fuerzas para apoyar el poder de los obreros y campesinos contra la invasión de los capitalistas. Esto lo tienen que hacer. Lo han comprendido admirablemente, lo ve con claridad todo comunista. Pero no hasta con esto. Ustedes tienen que edificar la sociedad comunista. La primera parte del trabajo ha sido ya realizada en muchos terrenos. El antiguo régimen fue destruido como era preciso hacerlo; ya no es más que un montón de ruinas, que es a lo que debía quedar reducido. El terreno se encuentra ya desbrozado y, sobre este terreno, la nueva generación comunista debe ahora edificar la sociedad comunista. La tarea de ustedes es la edificación, y sólo podrán resolverla cuando hayan dominado toda la ciencia moderna, cuando sepan transformar el comunismo, de fórmulas hechas y aprendidas de memoria, consejos, recetas, directivas y programas, en esa realidad viva que otorga toda su unidad al trabajo inmediato; cuando sepan hacer del comunismo la guía de todo el trabajo práctico.

Esta es la tarea que no deben perder de vista cuando quieran instruir, educar y arrastrar a toda la joven generacion. Tienen que ser los primeros constructores de la sociedad comunista, entre los millones de constructores que deben ser los jóvenes de ambos sexos. Si no incorporan a esta edificación del comunismo a toda la masa de la juventud obrera y campesina, no construirán la sociedad comunista.

Y llego ahora, naturalmente, a la cuestión de cómo debemos enseñar el comunismo y cuál debe ser el carácter peculiar de nuestros métodos.

Me detendré ante todo en el problema de la moral comunista.

Tienen ustedes que educarse como comunistas. La tarea de la Unión de Juventudes consiste en organizar su actividad práctica de modo que al estudiar, organizarse, unirse y luchar, dicha juventud haga su educación de comunistas y la de todos los que la reconocen como su guía. Toda la educación, toda la enseñanza y toda la formación de la juventud contemporánea deben darle el espíritu de la moral comunista.

¿Pero existe una moral comunista? ¿Existe una ática comunista? Es evidente que sí. Se pretende muchas veces que nosotros no tenemos nuestra moral propia, y la burguesía nos acusa con frecuencia, a nosotros, comunistas, diciendo que negamos toda moral. Es una forma como cualquier otra de embrollar las ideas y de arrojar tierra a los ojos de los obreros y de los campesinos.

¿En qué sentido negamos la moral y la ética?

La negamos en el sentido en que la ha predicado la burguesía, deduciéndola de los mandamientos de Dios. Claro está que nosotros decimos que no creemos en Dios, y sabemos muy bien que el clero, los terratenientes y la burguesía hablaban en nombre de Dios para defender sus intereses de explotadores. O bien, en lugar de tomar como punto de partida de la moral los dictados de la ática, los mandamientos de Dios, partían de frases idealistas o semidealistas que, en definitiva, se parecían extraordinariamente a los mandamientos de Dios.

Nosotros negamos toda esta moralidad tomada de concepciones al margen de la naturaleza humana, al margen de las clases. Decimos que eso es engañar, embaucar a los obreros y campesinos y nublar sus cerebros, en provecho de los terratenientes y capitalistas.

Decimos que nuestra moral está enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado. Nuestra ática tiene por punto de partida tos intereses de la lucha de clases del proletariado.
La antigua sociedad estaba fundada en la opresión de todos los obreros y de todos los campesinos por los terratenientes y capitalistas. Necesitábamos destruirla, necesitábamos derribar a estos opresores, pero para ello debíamos crear la unidad. No era Dios quien podía crearla.

Esta unión no podía venir más que de las fábricas, de un proletariado disciplinado, arrancado de su viejo letargo. Solamente cuando se constituyó esta clase, comenzó el movimiento de las masas que condujo a lo que vemos hoy: al triunfo de la revolución proletaria en uno de los países más débiles, que se está defendiendo desde hace tres años contra el embate de la burguesía de todo el mundo. Vemos crecer en todo el muddo la revolución proletaria. Ahora decimos, fundándonos en la experiencia, que únicamente el proletariado ha podido crear una fuerza tan coherent; a la que sigue la clase campesina dispersa y fragmentada y que ha sido capaz de resistir todas las acometidas de los explotadores. Sólo esta clase puede ayudar a las masas trabajadoras a unirse, a agruparse, a hacer triunfar y consolidar definitivamente, a coronar, en definitiva, la construcción de la sociedad comunista.

Por eso, decimos que, para nosotros, la moral considerada fuera de la sociedad humana no existe; es un engaño. Para nosotros, la moral está subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado.

Ahora bien, ¿en qué consiste esta lucha de clases? En derribar al zar, en derribar a los capitalistas, en aniquilar a la clase capitalista.

¿Qué son las clases en general? Es lo que permite a una parte de la sociedad apropiarse del trabajo de otra. Si una parte de la sociedad se apropia de todo el suelo, tenemos la clase de los terratenientes y la de los campesinos. Si una parte de la sociedad posee las fábricas, las acciones y los capitales, mientras que la otra trabaja en esas fábricas, tenemos la clase de los capitalistas y la de los proletarios.

No fue difícil desembarazarse del zar: bastaron algunos días. No fue muy difícil echar a los terratenientes: pudimos hacerlo en algunos meses. Tampoco fue muy difícil echar a los capitalistas. Pero suprimir las clases es infinitamente más difícfl; subsiste aún la división en obreros y campesinos. En cuanto un campesino instalado en una parcela de tierra se apropia el trigo sobrante, es decir, trigo que no es indispensable para él ni para su ganado, mientras los demás carecen de pan, se convierte ya en un explotador. Cuanto más trigo retiene, más gana, y nada le importa que 105 demás tengan hambre: "Cuanto más hambre tengan, más caro venderá el trigo". Es preciso que todos trabajen con un plan común, en un suelo común, en fábricas comunes y conforme con normas comunes. ¿Es esto fácil de realizar? Ya ven ustedes mismos que es más difícil solucionar esto que echar al zar, a los terratenientes y a los capitalistas. Para eso es preciso que el proletariado trasforme, reeduque a una parte de los campesinos, y atraiga a su lado a los campesinos trabajadores, con el fin de quebrar la resistencia de los campesinos ricos, que lucran con la miseria de los demás. Resulta, pues, que la lucha del proletariado está lejos de haber terminado después de haber derribado al zar y expulsado a los terratenientes y a los capitalistas; justamente el llevarla a término es el objetivo del régimen al que llamamos dictadura del proletariado.

La lucha de clases continúa, sólo ha cambiado de forma. Es la lucha de clases del proletariado que tiene por objeto impedir el regreso de los antiguos explotadores y unir en un todo a la dispersa e ignorante masa campesina. La lucha de clases continúa y es nuestro deber subordinarle todos los intereses. Por eso le subordinamos nuestra moral comunista. Decimos: es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para agrupar a todos los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva sociedad comunista.

La moral comunista es la que sirve para esta lucha, la que une a los trabajadores contra toda explotación y contra toda pequeña propiedad, porque la pequeña propiedad entrega a un individuo lo que ha sido creado por el trabajo de toda la sociedad. La tierra es consideerada entre nosotros como propiedad común.

¿Qué ocurre si de esta propiedad común tomo una parte, si cultivo en ella dos veces más trigo del que necesito, si especulo con el sobrante de la cosecha, si calculo que cuanto más hambre padezcan otros, más caro me pagarán? ¿Obro cntonces como un comunista? No, obro como explotador, como propietario. Contra esto necesitamos luchar. Si las cosas continuasen así, volveríamos al pasado, a caer bajo el poder de los capitalistas y de la burguesía, como ha ocurridó más de una vez en las revoluciones anteriores. Para evitar que se restaure el poder de los capitalistas y de la burguesía, debemos prohibir cl mercantilismo, debemos impedir que unos individuos se enriquezcan a costa de los demás. Para esto es necesario que todos los trabajadores se sumen al proletariado e instauren la sociedad comunista. En esto consiste precisamente la característica esencial de la tarea más importante de la Unión de las Juventudes Comunistas y de las organizaciones de las juventudes comunistas. La antigua sociedad se basaba en el siguiente principio: saqueas a tu prójimo o te saquea él; trabajas para otro, u otro trabaja para ti; eres esclavista o esclavo. Es natural que los hombres educados en semejante sociedad asimilen, por así decirlo, con la leche materna, la psicología, la costumbre, la idea de que no hay más que amo o esclavo, o pequeño propietario, pequeño empleado, pequeño funcionario, intelectual, en una palabra, hombres que se ocupan exclusivamente de lo suyo sin pensar en los demás.

Si yo exploto mi parcela de tierra, poco me importan los demás; si alguien tiene hambre, tanto mejor: venderá más caro mi trigo. Si tengo mi puestecito de médico, de ingeniero, de maestro o de empleado, ¿qué me importan los demás? Si me arrastro ante los poderosos, es posible que conserve mi puesto y a lo mejor pueda hacer carrera y llegar a ser burgués. Esta psicología, esta mentalidad no pueden existir en un comunista. Cuando los obreros y campesinos demostraron que somos capaces con nuestras propias fuerzas de defendernos y de crear una nueva sociedad, en ese mismo momento nació la nueva educación comunista, educación creada en la lucha contra los explotadores y en alianza con el proletariado, contra los egoístas y los pequeños propietarios, contra ese estado de espíritu y esas costumbres que dicen: "Yo busco mi propio beneficio y lo demás no me interesa".

He aquí la respuesta a la pregunta de cómo se debe enseñar el comunismo a la joven generación.

Sólo ligando cada paso de su instrucción, de su educación y de su formación a la lucha incesante de los proletarios y de los trabajadores contra la antigua sociedad de los explotadores, puede esta generación aprender el comunismo. Cuando se nos habla de moral, decimos: para un comunista, toda la moral reside en esta disciplina solidaria y unida y en esta lucha conclente de las masas contra los explotadores. No creemos en la moral eterna, denunciamos la mentira de todas las leyendas forjadas en torno de la moral. La moral sirve para que la sociedad humana se eleve a mayor altura, para que se desembarace de la explotación del trabajo.

Para alcanzar este fin necesitamos de la joven generación que comenzó a convertirse en hombres concientes en las condiciones de lucha disciplinada y encarnizada contra la burguesía. En esta lucha, la juventud formará verdaderos comunistas; a esta lucha debe ligar y subordinar, en todo momento, su instrucción, educación y formación. La educación de la juventud com~unista no debe consistir en ofrecerle discursos dulzones de toda clase y reglas de moralidad. No, no es ésta la educación. Cuando un hombre ha visto a sus padres vivir bajo el yugo de los terratenientes y de los capitalistas, cuando ha participado él mismo en los sufrimientos de los que iniciaron la lucha contra los explotadores, cuando ha visto los sacrificios que cuesta la continuación de esta lucha y la defensa de lo conquistado y cuán furiosos enemigos son los terratenientes y los capitalistas, ese hombre, en ese ambiente, se educa como comunista. La base de la moral comunista está en la lucha por consolidar y llevar a su término el comunismo. Igual base tienen la educación, formación y enseñanza comunistas. Esta es la respuesta a la pregunta de cómo hay que aprender el comunismo.

No creeríamos en la enseñanza, en la educación ni en la formación, si éstas fuesen relegadas al fondo de las escuelas y separadas de las tormentas de la vida. Mientras los obreros y los campesinos están oprimidos por terratenientes y capitalistas, mientras las escuelas sigan en manos de los terratenientes y de los capitalistas, la joven generación seguirá ciega e ignorante. Nuestras escuelas deben dar a los jóvenes los fundamentos de la ciencia, deben ponerlos en condiciones de forjarse ellos mismos una mentalidad comunista, deben hacer de ellos hombres cultos. En el tiempo que pasan en la escuela, ésta tiene que hacer de ellos participantes en la lucha por la liberación del yugo de los explotadores. La Unión de Juventudes Comunistas tan sólo será digna de su título de unión de la joven generación comunista, cuando relacione toda su instrucción, su educación y formación con la parte que debe tomar en la lucha común de todos los trabajadores contra los explotadores. Porque saben ustedes perfectamente que mientras Rusia sea la única república obrera, y en tanto que en el resto del mundo subsista el antiguo régimen burgués, somos más débiles que ellos; que constantemente nos amenazan nuevos ataques, y que sólo aprendiendo a mantener entre nosotros la cohesión y la unidad, triunfaremos en las luchas futuras y, después de habernos fortalecido, nos haremos verdaderamente invencibles. Por lo tanto, ser comunista signifIca organizar y unir a to'ó!a la joven generación, dar ejemplo de educación y de disciplina en esta lucha. Lutonces podrán ustedes emprender y llevar a cabo la edificación de la sociedad comunista.

He aquí un ejemplo que les hará entender mejor la cosa. Nosotros nos llamamos comunistas. ¿Qué significa la palabra comunista? "Comunista" viene de la palabra latina communis, que significa común. La sociedad comunista es la comunidad de todo: del suelo, de las fábricas, del trabajo. Esto es el comunismo.

¿Puede haber trabajo común silos hombres explotan cada uno su propia parcela? La comunidad del trabajo no se crea de repente. Es imposible. No cae del cielo. Hay que lograrla tras largos esfuerzos, tras largos sufrimientos, hay que crearla, y esto se crea en el curso de la lucha. No se trata aquí de un libro viejo, nadie hubiera creído en un libro. Se trata de la experiencia personal vivida. Cuando Kolchak y Denikin avanzaban contra nosotros, procedentes de Siberia y del sur, los campesinos estaban a su favor. El bolchevismo no les gustaba, porque los bolcheviques tomaban el trigo a los precios establecidos. Pero después de haber sufrido en Siberia y en Ucrania el poder de Kolchak y de Denikin, los campesinos reconocieron que no podían elegir más que entre dos caminos: o volver al capitalismo, que los convertiría de nuevo en esclavos de los terratenientes, o seguir a los obreros, que, por cierto, no prometen el oro y el moro y que exigen una disciplina de hierro y una firmeza indomable en la dura lucha, pero que los liberan de la esclavitud de los capitalistas y de los terratenientes. Cuando incluso los campesinos sumidos en la ignorancia lo comprendieron y sintieron por su propia experiencia, después de esta dura lección, se hicieron partidarios concientes del comunismo. Esta misma experiencia es la que la Unión de Juventudes Comunistas debe tomar como base de toda su actividad.

He respondido ya a los puntos: qué debemos aprender y qué es lo que debemos tomar de la vieja escuela y de la antigua ciencia. Tratará también de contestar a la cuestión de cómo aprender esto: Sólo ligando indisolublemente y en todo momento la instrucción, la educación y la formación de la juventud a la lucha de todos los trabajadores contra los explotadores.

Con algunos ejemplos, extraídos de la experiencia del trabajo de ciertas organizaciones de la juventud, quisiera mostrarles ahora, con la máxima claridad, cómo debe hacerse la educación del comunismo. Todo el mundo habla de la liquidación del analfabetismo. Como saben, en un país de analfabetos es imposible construir una sociedad comunista. No basta con que el poder de los soviets dé una orden, o que el partido lance una consigna, o que determinado contingente de los mejores militantes se dedique a esta tarea. Es preciso que la joven generación ponga también manos a la obra. El comunismo consiste en que la juventud, los muchachos y muchachas pertenecientes a la Unión de Juventudes se digan: he aqui el trabajo que nosotros debemos realizar; nos agruparemos e iremos a todos los pueblos a liquidar el analfabetismo, para que la próxima generación no tenga analfabetos. Aspiramos a que toda la iniciativa de la juventud en formación se dedique a esta obra. Ustedes saben que es imposible trasformar rápidamente la Rusia ignorante e iletrada, en una Rusia instruida; pero si la Unión de Juventudes pone en ello su empeño, si toda la juventud trabaja para el bienestar de todos, los 400.000 jóvenes que la componen tendrán el derecho de llamarse Unión de Juventudes Comunistas. Otra de sus misiones es, después de haber asimilado uno u otro conocimiento, la de ayudar a los jóvenes que no han podido desembarazarse por sí mismos de las tinieblas de la ignorancia. Ser miembro de la Unión de Juventudes Comunistas es poner su trabajo y su inteflgenaa al servicio de la causa común. En esto consiste la educación comunista. Sólo por este trabajo se convierten un joven o una muchacha en verdaderos comunistas. Sólo si obtienen en esta labor resultados prácticos, llegar~n a ser comunistas.
Tomen, por ejemplo, él trabajo en las huertas suburbanas. ¿No es ésta una obra de primerísima importancia? Esta es una de las tareas de la Unión de Juventudes Comunistas. El pueblo pasa hamhre, en fábricas hay hambre. Para salvarnos del hambre es preciso desarrollar la horticultura, pero la agricultura se hace a la antigua. Y ahora, es preciso que los elementos más concientes pongan manos a la obra y verán ustedes entonces crecer el número de huertas, aumentar su supe rficie, mejorar el rendimiento. En este trabajo debe participar activamente la Unión de Juventudes Comunistas. Cada una de sus organizaciones o células debe ver en esto su deber inmediato.

La Unión de Juventudes Comunistas debe ser el grupo de choque que en todos los terrenos aporte su ayuda y manifieste su iniciativa, su espíritu emprendedor. La Unión debe ser tal, que todos los obreros vean en sus miembros gente cuya doctrina les sea tal vez incomprensible, en cuyas ideas no crean tal vez inmediatamente, pero cuyo trabajo real y cuya activIdad muestren que son ellos los que indican el verdadero camino.

Si la Unión de Juventudes Comunistas no sabe organizar así su labor en todos los terrenos, es que se desvía hacia el antiguo camino burgués. Necesitamos ligar nuestra educación a la lucha de los trabajadores contra los explotadores, con el fin de ayudar a los primeros a resolver los problemas derivados de la doctrina comunista.

Los miembros de las Juventudes Comunistas deben consagrar todas sus horas de ocio a mejorar el cultivo en las huertas, a organizar en uiia fábrica cualquiera la instrucción de la juventud, etc. De nuestra Rusia pobre y miserable queremos hacer un país rico. Y es preciso que la Unión de Juventudes Comunistas una su formación, su instrucción y su educación a la labor de los obreros y de los campesinos y que no se encierre en sus escuelas ni se limite a leer los libros y folletos comunistas. Sólo trabajando con los obreros y los campesinos, se puede llegar a ser un verdadero comunista. Es preciso que todos vean que cualquiera de los miembros de las Juventudes Comunistas es instruido, y que al mismo tiempo sabe trabajar. Cuando todos vean que hemos eliminado de la antigua escuela la vieja férula, que la hemos reemplazado por una disciplina conciente, que todos nuestros jóvenes participan en los "sábados comunistas", que utilizan los huertos suburbanos para ayudar a la población, empezarán a considerar el trabajo de un modo distinto a como lo consideraban antes.

Los miembros de las Juventudes Comunistas deben, en su pueblo y en su barrio, aportar su contribución, por ejemplo - un pequeño ejemplo - al mantenimiento de la limpieza o a la distribución de víveres. ¿Cómo se hacían las cosas en la vieja sociedad capitalista? Cada uno trabajaba sólo para sí, nadie se ocupaba de si había ancianos o enfermos, o si todos los quehaceres de la casa recaían sobre una mujer, que por ello estaba esclavizada y aplastada. ¿Quién tiene el deber de luchar contra todo esto? La Unión de Juventudes Comunistas, que debe decir: nosotros trasformaremos esto, organizaremos destacamentos de jóvenes que ayudarán en los trabajos de limpieza, en la distribución de víveres, recorriendo sistemáticamente las casas, que trabajarán en forma organizada para el bien de toda La sociedad, repartiendo con acierto las fuerzas y demostrando que el buen trabajo es el trabajo organizado.

La generación que tiene ahora alrededor de so años, no puede pensar en ver la sociedad comunista. Habrá muerto antes. Pero la generación que tiene hoy 15 años, verá la sociedad comunista y será ella la que la construya. Y debe saber que la construcción de esta sociedad es la misión de su vida. En la antigua sociedad, el trabajo se hacía por familias aisladas y nadie lo coordinaba, como no fuesen los terratenientes y los capitalistas, opresores de la masa del pueblo. Nosotros debemos organizar todos los trabajos por sucios o duros que sean, de suerte que cada obrero, cada campesino se digan: yo soy una parte del gran ejército del trabajo libre y sabré, sin terratenientes y sin capitalistas, organizar mi vida, sabré instaurar el régimen comunista. Es preciso que la Unión de Juventudes Comunistas eduque a todos desde la edad temprana en el trabajo conciente y disciplinado. Sólo entonces podremos esperar que los objetivos que nos proponemos sean alcanzados. Debemos tener en cuenta que hacen falta por lo menos diez años para electrificar el país, para que nuestra tierra arruinada pueda aprovechar las últimas conquistas de la técnica. Pues bien, la generación que tiene hoy 15 años y que de aquí a diez o veinte vivirá en una sociedad comunista, debe organizar su educación de manera que cada día, en cada pueblo o ciudad, la juventud resuelva prácticamente una tarea de trabajo colectivo, por minúsculo, por simple que sea. A medida que esto se realice en cada uno de los pueblos, a medida que se desarrolle la emulación comunista, a medida que la juventud muestre que sabe unir sus esfuerzos, quedará asegurado el éxito de la edificación comunista. Sólo considerando cada uno de sus actos desde el punto de vista de este éxito, sólo preguntándose constantemente si lo hemos hecho todo para llegar a ser trabajadores unidos y concientes, sólo a través de este largo proceso agrupará la Unión de Juventudes Comunistas el medio millón de sus miembros en un gran ejército de trabajo y merecerá el respeto general. (Vivos aplausos.)